lunes, 16 de diciembre de 2013

Las ganas


No tengo ganas. Qué cosa curiosas las “ganas”. Las ganas deberían tener un lugar en la ciencia como fenómeno digno de estudio. Para mí son misteriosas, apenas comprensibles como el tiempo y el espacio. Por supuesto que habrá alguna explicación, pero de todas maneras me encantan las ganas. Porque es que a veces vienen, a veces desaparecen, y muchas veces nos sorprenden. En medio de una situación completamente doméstica, como estar planchando, nos dan ganas de nadar en el mar. Y de repente y sin aviso, las ganas de hacer algo se van. Por ejemplo cortar el pasto, una semana de lluvias esperando el sol para hacerlo, y ahí está el sol, pero las ganas se fueron…. Así nomás, sin explicación demasiado clara. De repente, un clarísimo “no tengo ganas”. Me hace acordar de un escrito muy interesante que leí alguna vez que imaginaba que si las cosas se perdían, era porque se iban por ahí a tener historias de amor. Luego aparecían como si nada hubiera pasado. Y lo mismo me pregunto yo, a dónde es que se van las ganas cuando no están? Vuelven renovadas un tiempo después. Algunas no vuelven más… Y lo que no tiene es remedio… dice la canción. Son un fenómeno porque entre otras cosas  las ganas  se pueden multiplicar. Se puede dar ganas a alguien. El típico “me diste ganas de”… Parecieran ser intangibles y etéreas pero a veces me parecen más como una “cosa”.  Algo que se puede pasar o recibir de otra persona. Será que decimos “Tengo ganas” o no las “tengo”. Me “dan” o no me “dan”… Se me fueron. Todo bien palpable, no? Bueno, toda esta introducción para decir que  tener ganas es bárbaro. Es sinónimo de estar vivo y te acerca a la felicidad. Y ahora no tengo ganas de nada. Ya vendrán.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Infracciones


Vengo de pagar infracciones de tránsito.
La señora tenía dos matrimonios, el primero le pegaba, el segundo era tan meticuloso…. Un hijo del primero, dos hijas del segundo, 24 y 27 años ya…. Grandes. Lo supe todo en unos 5 minutos. Pero déjenme contarles cómo fue todo.
Me atendió después de echar a Rober, diciendo: -Llame “Carracedo”, no Seara.

El aclaró lastimoso: - Pero es mi auto!
Y  ella le dijo con voz de autoridad: -Voy a tratar con cada uno por separado.

Parecía una cita policial, al final derivó en psicoanálisis.

Cuestión que miró las 6 infracciones, todas mías a decir verdad.  Todas juntas parecían una sábana interminable.
Me dijo que había que indexarlas, aplicarles un coeficiente para llevarlas a valor actual. Imprimió las fotos de cada multa, indiscutiblemente se trataba del auto de Rober. Se dispuso a escribir los valores actuales al margen de las fotos.
Una era muy nueva, tres eran re viejas, dos de principio de año. Qué hacia yo a las 6 de la mañana en Figueroa Alcorta? Mmm

Un miércoles… “Dificil de explicar”, le dije.
Sin duda había sido yo, porque Rober nunca tuvo una multa en su vida. Su vida es derechita, ceñida a la más mínima regla, absolutamente previsible. Y la mía es un caos. Además yo prefiero pagar una multa de vez en cuando que vivir pendiente del mensaje de radar del gps que dice "atención, radar". Prefiero todo sin reglas. Si se puede. Sin poner en riesgo la vida de nadie quiero hacer lo que se me da la gana.

Qué hacía yo en Gral Paz y parque Sarmiento por colectora… a 60 km. Terrible.  
Lo peor de esas multas es que sacan puntos. Rober, que se cuida en ese y en todos los aspectos, ya tenía casi 20 puntos, y le iban a sacar la licencia, como dueño del auto que es le caen todas las infracciones.

En eso, me preguntó “la gorda”, mejor dicho  “la vieja”, o era “la rubia despeinada”, no se… era gorda, vieja y rubia con los pelos locos: -“El libre deuda te lo pidió el seguro?”, no, le dije yo. “Pero estás vendiendo el auto” No, no, tampoco. Cara de incredulidad como pocas.
Yo le aclaro bajando la voz y la cabeza como para que nadie escuche: -“Viste ese que ves ahi es (era) mi "marido", bueno es muy … digamos meticuloso.” Y revoleando los ojos agregué: “ Y las multas son mías, por eso estoy acá voluntariamente, para pagar y que me pases todos esos puntos a mi. Y ya deje de molestarme”…..

Sin decir palabra la mujer reimprimió  las fotos y volvió a empezar. Dobló cuidadosamente lo que había estado calculando y lo puso lentamente en el tacho de basura. Luego me miró y me dijo: Estas tres son viejas, prescribieron. Dibujo una P grande en el margen.
Estas 2 de 200 pesos no hace falta indexarlas. Y esta ultima de 664, la foto es defectuosa. Le puso un “DF” en el margen. Pague solo 400$ de los casi 2000 que había calculado en un principio.

Me contó sobre su último marido….Grave el caso… pero igual, “mejor que el primero "– sus palabras Y de sus hijas, y de su signo y su ascendente. Le sacó el ascendente a Rober en el acto: Tauro con ascendente en Capricornio...

“Y con vos… con vos no voy a discutir, vos sos de Aries:  Todo un personaje”.

Para mí que el personaje era ella, pero bueno… puntos de vista

domingo, 8 de diciembre de 2013

2013 el año de la amistad

Camino la tierra sembrando la mayor cantidad de paz, buenas acciones y ayuda que me es posible. Conozco mucha gente cada año que recibe y valora lo que hago: algunos  solo se ven beneficiados, otros lo detectan y agradecen , los menos no sólo me descubren sino que se unen al equipo de buenas acciones, multiplicando la "cadena de favores"....

Este año coseché muchas amistades, gente querible que ya forma parte de mí. Entre ellos  alguien especial del cual yo he aprendido mucho acaba de hacerme llegar un mensaje de los más lindos que recibí en mi vida.  Forma parte de un texto más largo de agradecimientos y reflexiones varias sobre el 2013 pero transcribo lo que me atañe para que no se pierda en la nebulosa electrónica:

"Conocí un centenar de personas nuevas, malas, buenas, amigables, falsas; y de todas me quedo con un recuerdo y una experiencia. Y conocí a una persona más; un ser cálido, amable, sentimental, ácido, visceral, atractivo, gracioso, cordial, fascinante, agradable, cariñoso, abierto, extrovertido, tratable e inteligente, hasta hace un tiempo atrás si me preguntaban si existía alguien así te lo hubiera negado, pero si existe y es quien me despejó y dejó ver nuevamente mi camino, quien creó una nueva categoría en el diagrama de amistades, quien me ayudó a despertar y volver a la realidad." 

Sobre los adjetivos, gracias por ver de esa manera mi interior... Sobre lo demás me alegra infinitamente haber participado en el crecimiento personal de alguien de esa manera. De todas formas  "despertar" en su caso era cuestión de tiempo, de honestidad emocional y autocrítica inteligente. Yo no fui quien hizo todo eso, sino el mismo. Yo también crecí con esta amistad. Muchas gracias por eso.

La vida es bella

viernes, 29 de noviembre de 2013

Multiservicio


Esa mañana recuerdo que el andén del Multiservicio estaba lleno y todavía no eran las 7. Pero era típico en esta época. Se acercaban las vacaciones y todo el mundo quería resolver a último momento lo que no hizo durante todo el año.

Lentamente se fue acercando el subte hasta quedar justo enfrente de la puerta del primer vagón, que era el correcto para iniciar el viaje.

En el primer vagón era donde, según recordaba,  estaban los carpinteros, techistas, fábricas de muebles y aberturas. Creo que también todo lo relacionado con tratamiento de pisos. Además no quería dejar de averiguar sobre una ventana de techo para el living.  “Hace rato que la quiero y no me hacía el tiempo para eso”, pensé.

Con la chicharra característica se abrió la puerta y nos chocamos todos para entrar juntos. En el interior una alfombra central dividía el subte en dos partes, y a ambos lados una línea de stands me recibió.

-¿Buenos días, qué anda buscando? -¿Me gustaría contratar un plastificador de piso. -¿Muy bien, cuántos metros cuadrados tiene su parquet - Aproximadamente 80 m2, lo que mide el living y las habitaciones.-Con o sin zócalos?- Con -¿Cuál es el estado general del piso? ¿Le faltan maderas? - No, no. Está completo -Elija un tono de plastificado en esta muestra.

Luego de señalar uno bien parecido, le di mi dirección y quedamos que lo harían la semana siguiente. Pregunté por aberturas y en voz alta se dirigió al escritorio al lado - ¡Ey Pepe, la señorita busca una abertura!

Me vendieron una ventana de techo en unos 10 minutos. Es que eran fantásticas. Luz natural en el living comedor actualmente oscuro. Tendrían que retirar unas cuantas tejas, pero a cambio yo tendría todo el sol adentro de mi casa.

No habíamos llegado a la siguiente estación y yo ya había resuelto lo que necesitaba. No me podía explicar cómo hacía la gente para hacer trámites antes de que existiera el “subte multiservicio”.

El señor de las aberturas me comentó que no dejara de ir al otro vagón en busca de Juan, que era el cerrajero. Era importante hacer las llaves de la nueva abertura.

Entregué un cheque por la compra, y me dirigí al siguiente vagón en busca de Juan.

Juan resultó ser un tipo macanudo. Me dijo que él se encargaba con el mismo Pepe de hacer las copias de la llave de la abertura tan pronto como la eligieran y las dejaría el mismo día que la  colocaran. Bárbaro. Todo en 2 estaciones.  

Me quedaban 4 estaciones antes de llegar. Quizás me daba tiempo de retirar la tarjeta de débito que la semana pasada había pedido que renovaran. Me detuve a mirar unas fotos geniales de unos cruceros en oferta en el stand de agencia de viajes. No podía creer qué suerte. Ahí estaba Tahiti, un destino que yo siempre había querido conocer, en oferta, como invitándome.

La chiquita vestida de azafata me atendió y me detalló las distintas opciones. La verdad es que un crucero para estar tirada sin hacer nada era tentador. El año había sido rabiosamente duro, y necesitaba unas vacaciones. Financié la compra en 24 meses, y le agregué unas cuantas actividades náuticas, unos paseos, sesiones de masajes, spa… Tahití… Ya parecía tocar con las manos el paraíso. Partía en dos semanas, justo cuando terminaran de hacer el piso y la abertura.

Junté mis cosas y me fui a resolver el tema de la tarjeta. Un último trámite y ya estaba llegando a la oficina. Todo había salido de maravillas ese día.

Lo recuerdo hoy, como si fuera ayer. También recuerdo las caras de satisfacción de los vendedores, y los gestos entre ellos. Y me pregunto, si hubiera podido darme cuenta de algo en ese momento. Pero no.

Incluso al regresar de Tahití, y encontrar la casa completamente vacía de valores, muebles y recuerdos, no pensé en eso. Pero ahora la claridad es aplastante, en un solo día de “suerte”, había entregado la información precisa del tiempo que estaría ausente más la copia de las llaves de una abertura que nunca llegué a disfrutar.  Todos los datos de una persona en un solo vagón, donde se brindaban servicios. No tuvieron ningún problema en realizar la estafa, todo el tiempo del mundo, desde el dinero del banco hasta la cortina del baño.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Tiempo y distancia

Bueno bueno, estas son ideas, tiradas en un papel con presión del tiempo. La consigna: "Escribí lo que sea en 5 minutos, lo que se te pase por la mente. Tiralo así sin orden. Ni estilo. Ni edición. Ni borrones. Ni cuento. Ni nada."
Y salió esto de adentro de mi cabecita sin filtros. Y me sorprendí. Porque yo me creía triste, y esto es de una persona feliz y esperanzada. Parece de una persona que espera que alguien llegue. No escribí a nadie en particular, o quizás si. Mezclé a varias personas y las hice una, entre ellas mi madre. Pero este fue mi auténtico sentir por 5 minutos, salpicado sobre el papel, más bien diría Estrellado contra el mismo.


Tarde. Tardé. O tarde. O tarda. O tardamos. Seguro todos tardan. En un mundo cada vez más rápido, veloz y resbaloso.
Sueño. Vivo. Sano. Lloro. Tengo ideas. Tengo mucho para dar. Quién lo recibe.
Qué linda charla tuvimos. Ojalá siempre. Ojalá.
El reloj sigue sus pasos. Iguales. A compás. Pero sin música. Simple. Parejo. Llano. Aburrido.  El reloj da sus pasos idénticos uno de otro. El tiempo no. El tiempo hace lo que quiere.
Sobrevivo. Ya se que si. Ya vendrás. Y te reconoceré en segundos. O en horas. O en días. Quizás me tome años. Se tarda en conocer a las personas. No es sencillo. Me encanta.
Si pudiera me dedicaría a eso. A desentrañar los mundos que hay en cada uno y a despertarlos. Tanta gente vacía. Y sin embargo todos tienen algo maravilloso. Me encanta.
Si logramos que esta conversación sea eterna... qué lujo.
Qué lindo encontrarte. Saber que estás ahí. Que siempre estuviste. Muchos años esperando y lo que uno se tarda en conocer a las personas entre nosotros no pasa. Lo sabemos todo. De esta y tantas vidas.
Y es fantástico comulgar así. Sin explicaciones de por medio, y sin ninguna intención. Así sencillo... simplemente poder pensar en voz alta. Sin censura, sin prejuicios, ni consecuencias, ni miedos, ni represalias, ni castigos. Tal como eres, tal como soy. Tal como fuimos siempre. Sabios, grandes, inquietos, incomprendidos, auténticos y buscadores. De lo lindo, lo natural, lo sano, lo benigno. Y de nosotros. Yo de vos, vos de mi, "para siempre". "...y más allá".
Será que siempre hay que esperar así? Por eso tardo, y tardamos, y se tarda todo el planeta girando. Como las agujas del reloj que, sin descanso, nos va acercando.
"Para siempre" y "más allá", Tiempo y Distancia, dos caras de una misma moneda, y sin embargo qué poco de uno y cuánto de la otra.

domingo, 9 de junio de 2013

Respuestas

Respuesta de Arturo, el padre de mi primer hijo, cuando alguien le chusmeó mi discurso del día que cumplí mis 40. Entre otros agradecimientos, le dediqué uno muy grande a él, por haber tenido y compartido conmigo un hijo tan maravilloso y por haberme allanado el camino en épocas en las que yo tenía que estudiar, una carrera que en mucho se la debo a él.

"El tiempo es un maestro riguroso Maru, me conmovió profundamente leer tus líneas y saber de tamaño reconocimiento, aunque admito que no me sorprende viniendo de Lorena a quien siempre consideré una persona muy inteligente y capaz, ella desde muy temprano tuvo que adaptarse a procesar las cosas que pasaban en su vida y metabolizarlas para buscar soluciones y si bien nuestros caminos se separaron hace ya mucho tiempo los dos buscamos la forma para no guardar rencores inservibles que solo generan lastre para almas sensibles. La inteligencia cognoscitiva no es nada sin el crecimiento interior y en ese camino es donde nos parecemos mas con ella. El tiempo no solo cura las heridas también te enseña que lo importante es que hacemos con las lecciones que aprendimos. Beso enorme y me pongo a hacer algo antes que me veas llorar."

Un capo.

viernes, 7 de junio de 2013

Retrato de un comediante literario


“Tres, dos, uno. Estamos en vivo”, se escuchó por el altoparlante.

Rubén Levenberg, un comediante literario.

Para retratar a un personaje tan complejo como Rubén hace falta lucidez, una  buena cantidad de adjetivos y antónimos y hacer uso de una variedad de recursos intelectuales que estén al alcance. Se requiere coraje para animarse al sarcasmo jovial y distraído que caracteriza  a sus escritos, al menos si uno quiere con este retrato hacer honor a la calidad de sus obras.
Hijo de un meteorólogo taciturno, ya de pequeño gustaba de los libros y de las librerías. Con los años se inclinó hacia las letras y como era de esperarse terminó sus estudios universitarios como periodista y así comenzó su carrera laboral.

De personalidad profunda y reservada, sus producciones demuestran que bajo esa apariencia seria y contraída, se da lugar a un sinnúmero de facetas diferentes, a veces encontradas o antagónicas. Gusta de su soledad, y se caracteriza por ser metódico, exacto, medido pero también tornasoladamente sarcástico, llenando sus obras de pequeñas ironías y aspectos graciosos, que le sacan al lector más de una sonrisa.
De corte amplio y andar seguro,  cara intelectual y tranquila. Quizás con el tiempo fue perdiendo su espalda excesivamente recta, pero los años lo tratan con generosidad y sigue siendo una persona interesante. La vida y sus pormenores fueron doblegando sus estructuras, pero permanecen en él la fortaleza del cuerpo y del alma, y dejaron intacto su aspecto intelectual y atractivo.

De todo, lo que más lo destaca y representa, son su voz y su mirada. Ojos de altísima profundidad dan nota de una mirada perspicaz y ácida de su entorno. Si se lo observa detenidamente, se ve en sus ojos la existencia de palabras no dichas, impaciencia dominada, de visual inteligente.  Aparenta ser alguien muy serio, ceñudo sin fruncir el ceño.  Es solo la percepción o la imagen que el gusta mostrar de sí mismo para lograr distancia y profesionalidad.

 Cuando el pensamiento se vuelca a su voz grave, las palabras son medidas, masticadas, bien pensadas, desde opiniones bien formadas, pero con un dejo gracioso que modera de alguna manera la hondura de lo dicho. Así, se le hace fácil decir las cosas más chocantes  envueltas en un sutil humor que permite abordar los temas más difíciles con  su ya conocido segundo sentido literario, sin atacar al lector u oyente.

Uno podría decir que posee una risa fácil y contagiosa, pero en realidad no se ríe con facilidad, es solo que es uno el que se ríe cuando habla con él. Su hablar pausado, algún que otro segundo de espera en las respuestas que da lugar al pensamiento y la sonrisa y una cara impasible que no adelanta lo que va a decir, son sus armas más poderosas.
Es así que con su gracia y estilo sus recientes presentaciones televisivas y su libro tienen una gran aceptación en jóvenes y no tan jóvenes y su futuro es muy prometedor.

viernes, 17 de mayo de 2013

Frutos rojos


   Detrás de sus párpados cerrados, oyó el ruido de la ducha esa mañana, y así supo que él había llegado. No era que lo estuviera esperando, ni que tuviera alguna razón o necesidad de verlo. Hace tiempo que ya no esperaba nada en realidad. Por otro lado las ausencias se habían hecho cada vez más frecuentes y ya se había acostumbrado. Y se sabe que no hay nada más convincente que la costumbre.
   Se encontraron más tarde en la barra blanca de la cocina con un café lavado en medio, y prácticamente no se dirigieron palabra. Algún que otro sonido de vajilla mientras lavaban cada uno su taza. Solo eso.
   Juntó sus cosas, chequeó lo básico en su cartera y se dispuso a salir. En la puerta lamentó no haberse mirado al espejo aunque sea fugazmente. Eligió gorra y bufanda negras que colgaban al lado de la puerta y se fue.
   Había quedado con una amiga en asistir a una jornada de uvas y vinos más que nada porque quedaba cerca de su casa.
   Al llegar respondió cortés a los saludos que le brindaban aquí y allá. No era una persona muy comunicativa, es más, podría decirse que era la persona más retraída en aquel salón en donde todos hablaban bulliciosamente.  Aunque no conocía a nadie, se sintió observada. Y justo en el momento en que se disponía a examinar aquella sensación, una cara conocida se acercó a rescatarla del momento incómodo. Era su amiga que no podía dejar de repetir lo feliz que se sentía por haber aceptado venir.
   Comenzaron las introducciones correspondientes, donde los organizadores se deleitaron exponiendo cada uno su experiencia  vitivinícola, para darle un marco de seriedad al encuentro. Así supo saber que el señor que la había estado observando era un invitado especial, se llamaba Joaquin con sus respectivos dos apellidos de alcurnia, gente de vides, que venía desde España a conocer al Sommelier que presidiría la convención.
   Él se presentó ante el público con su voz profunda y perfectamente modulada mientras ella lo miraba con interés. Para su sorpresa, justo antes de terminar su autopresentación y un segundo antes de que comiencen los aplausos, él se giró perceptiblemente para mirarla a ella a los ojos y dedicarle sus últimas palabras. Ella sostuvo la mirada por el tiempo que pudo, quizás fueron dos segundos, pero alcanzó para movilizar hasta el último de sus poros.
   Copa en mano y luego de algunos canapés los invitaron a tomar asiento para dar comienzo a la Cata. Ella eligió un asiento al final del salón esperando que su amiga se le uniera. Pero aquella estaba entretenida por esos momentos conversando con gente con la que hacía negocios hace años.
   Don Joaquín -que para esa altura ya parecía sentirse como en su casa- se le apareció al lado como con algún truco de magia y le preguntó amable si podía compartir su mesa. Ella balbuceó una especie de “sí, cómo no”, tratando de esbozar una sonrisa.
   El Sommelier al frente comenzó la charla e hizo servir 6 copas de vino a los participantes. Ella empezó a preguntarse qué diablos hacía allí, pero por otro lado tenía cierta curiosidad por este hombre que, sentado a su lado, emanaba una mezcla de energía y confianza.
   El primero de los vinos era color dorado intenso. -“En nariz, frutado, con aroma a ananás y cierto dejo de miel. No?” le dijo él a los ojos con una  mirada de complicidad. Quedó perpleja, y solo se atrevió a asentir con un movimiento de cabeza, no estando del todo segura de si se estaba refiriendo al vino o a qué. “En apariencia simple y suave, pero en el fondo tiene unas notas elocuentes, para el que las sabe pillar.”
   Cuando tocó probarlo, en la boca el Chardonnay tenía un dulzor en armonía con las frutas que anticipara su fragancia. “Frutas tropicales, que son siempre apasionadas y a la vez sensibles”, le escuchó decir esta vez parecía hablar solo, pero ella sentía que se estaban comunicando. De una manera del todo extraña para ella, pero aquello era una conversación, significativa y profunda.
   El segundo vino era un Torrontés de los más típicos: floral con un toque de jazmines, aromas azucarados y sorprendente en la lengua. Por lo bajo es que seguía oyendo a su compañero: “Mm, intenso, brillante, me sabe a una tarde de poltronas en la galería.” Ella comenzó a viajar en cada expresión y a descubrir sentidos que ni ella sabía que tenía.
   El sabor del tercer vino era herbáceo, “de naturaleza sin estructuras, sin límites”. Así lo dijo el, y ella coincidió completamente.
   Aquél era “expresivo, el otro “impetuoso e impulsivo”,  aquel "untuoso" y alguno revelaba unas lágrimas tan densas que bajaban con increíble lentitud por los lados de la copa. “La profundidad del alma de este vino, destaca su sensibilidad”.

   Y así, los violáceos Cabernet, los rojos rubí del Malbec, los traslúcidos Pinot Noir llenaban sus ojos, los perfumes y las “notas” inundaban su olfato, y los sabores resaltaban emociones pero eran las frases compartidas las que completaban el hechizo. Colores y matices que eran del todo desconocidos para ella, y que poco a poco él fue poniendo en palabras. Para ella.

   -“Este ofrece frutos rojos, algo tímido, con una influencia del trópico, y aquel una impronta marítima, una emoción de madera por haber pasado por una noble barrica”, proseguía él. “es como hablar de descubrimientos y de conquistas”, pensó ella.
   -“ Y este se nota que está viejo, ajerezado, oxidado, perdido, con el alma dolida y los bordes quejosos, lo ves?”, continuaba el.
     -“¿Y este otro cómo lo sientes? A mí me sabe redondo, no tiene aristas, de aroma suave pero de personalidad fuerte, y de un largo final en la boca…”, a lo cual ella solo atinó a mirarlo a los ojos.
   Intercambiaron más que vinos y comentarios. Hubo también respiraciones y roces compartidos.  Al terminar la jornada una invitación, un interés, una intención precisa en el aire se hizo presente en el momento de pasarse los datos personales y se fortaleció con un beso audaz, pero delicado y consentido.
   Ella luego se alejó y se fue, directo a su casa, con el cuerpo y el alma en frutos rojos y aromas efervescentes, con la esperanza de rememorar los detalles en soledad durante un rato.  Pero al llegar la luz del rellano le anunció que no estaría sola esa noche.
   Se cruzaron en la sala de estar, a pesar de su evasiva. El intercambio fue breve, pero para ella este fue el primer diálogo real en años.
   -“Llegaste”, le dijo él.
   -“Con el alma dolida y los bordes quejosos”, respondió ella.
   -“Qué?”
   -“Nada. La escasa profundidad de tu alma no admite sensibilidades, ni la “densidad de las lágrimas”, ni las “notas,” ni los “matices.”
   -“Estás diciendo tonterías”
   -“Si, quizás a pesar de todo yo tenga la naturaleza del Sauvignon, “herbáceo sin límites ni estructuras”. O quizás tenga la “timidez del Pinot”. O quizás también “los violáceos” o “los rojos rubí” o “la influencia marítima”, o “la pasión  del trópico…”
   -“Me estás preocupando”
   -“No será posible, sería muy extraño que te preocuparas. No es de tu madera. De hecho estoy segura de que no pasó por barrica tu alma.”
   -“¡¿No entiendo qué decis, estás bien?!”
   -“Nunca estuve mejor, como un Bonarda, con la “personalidad fuerte y un largo sabor en la boca”.
   Y diciendo esto se fue, cerrando suavemente la puerta por última vez.

sábado, 30 de marzo de 2013

sábado, 9 de marzo de 2013

Retrato de mi misma

Retrato de mi misma
           realizado por Velio Spano en el Taller de Escritura de Gisela Galimi - 2013


De chica caminaba con el mentón pegado al pecho, la mirada hacia el suelo y las manos en los bolsillos. Soplaba fuerte el viento en la Patagonia y, aunque sabía que no era lo correcto, pocas veces iba con la cabeza cubierta. El aire frío alteraba mis rulos, y las ráfagas arremolinadas me obligaban a andar con determinación. Determinación vasca, idéntica a la que tenía mi abuela cuando, a esa misma edad, miraba con los ojos entrecerrados el Cantábrico en invierno.


El océano fue un compañero de mi infancia. Primero, en Río Gallegos; después, en Mar del Plata. Miraba en verano como el cielo se fundía en el horizonte, y me guardé ese azul profundo en mis ojos. De noche, el inmenso firmamento estrellado fue el espacio que me abrió la imaginación para navegar en mis primeros viajes de ciencia ficción.

No sé si pasaron rápido esos años, pero sí intensamente. Conocí a mis padres juntos, pero los reconocí separados más tarde. Y así, quizás, los quise mejor. Fui muy pegada a mi madre, con quien viví hasta que, de grande, me independicé. Y seguí ligada a mi padre a través de unos hermosos, cariñosos, esperados tés en un bar de Mar del Plata.

Crecí con audacia. Dejé el mar, los puertos y los horizontes infinitos para llegar a Buenos Aires. Estudié, me mudé, me casé, tuve hijos. Me divorcié, me volví a casar, me divorcié de nuevo. Hice y deshice. Más que determinada, quizás, cabeza dura. Los vascos son cabeza dura.

Me gusta la vida, los viajes y bailar flamenco. Disfruto de tomar cerveza y saborear un buen vino. Defiendo la libertad, las playas públicas y trabajar de manera independiente. Me encanta dormir a la intemperie, acurrucada sólo por las estrellas de una noche diáfana.

Cuando escribo, vuelo. Invento sin límites. Ni siquiera imagino otro mundo, directamente lo creo. Un lugar que, si algún día existiera en el futuro, para entonces seguramente me parecerá arcaico.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Ensayo

Cracrigos


Tal como él había visto en los libros ilustrados, los cracriguianos poseían unos treinta ojos el extremo superior de su cuerpo. Si observaban hacia el Norte, parecían ser capaces de ver completamente el Este y el Oeste en la misma visión. Pero lo que más impactaba eran las tres largas bocas dispuestas al final de lo que parecían ser sus caras, si era posible darle ese nombre a esa parte del cuerpo. Utilizaban una boca para cada palabra de manera de que el sonido parecía provenir de más de un individuo. El chico supuso que esto pudiera haber sido útil en la evolución pero ahora solamente resultaba gracioso no poder adivinar cuál de las bocas emitiría el siguiente sonido. De todas formas no era importante, ya que no entendía absolutamente ninguna palabra de lo que decían.

Cuatro habitantes de tres bocas y algunos aeroasistenciales lo escoltaban a lo largo de la pista como si se tratara de algún delincuente de máxima seguridad. Pero el chico apenas tendría unos 12 años. Después de pasar unos cuántos puestos de control, llegaron a lo que parecía la oficina central del Aeropuerto Espacial.

Los aeroasistenciales lo habían interrogado una y otra vez en Galáctico, puesto que eran unidades robóticas de alta complejidad. Sin embargo no estaban en condiciones de interpretar las respuestas del chico ya que el vocabulario en memoria era muy básico y cubría solo temas relacionados con el turismo. Podrían recomendar un buen hotel, o una excursión en Cracrigos en perfecto Galáctico, pero no podían comprender cómo o por qué el chico había llegado hasta allí en su transportador unipersonal.

Finalmente el grupo alcanzó el edificio y se detuvo ante una puerta que automáticamente se abrió tan pronto como el sensor los tuvo en su radio. El Aeroasistencial más viejo señaló el mostrador de recepción como indicando que el niño debía ir por ese camino. No existe posibilidad de escapar aquí tampoco, pensó.

La cracriguiana levantó la vista para ver el que sigue. Sus treinta ojos parecieron sorprenderse al ver a un Gaiano. “Cre-cro-cra, cre-que cro cro cri que cro cromsa?”, le dijo.

El chico se acercó sabiéndose el destinatario de la pregunta pero sin haberlo comprendido. “Perdón pero no hablo crácrila”, se escuchó su tímida voz en Galáctico del Norte.

“¿Cridigame crusu cronombre y crodónde creprocede? Crese crerequiere cridentificación crapara cringresar cro cra cralguno crede crusus crafamiliares."

Cada cra-cre-cri salía de una boca distinta y a pesar del esfuerzo de la cracriguiana por hablar en Galáctico, el chico apenas entendió algo sobre su nombre y los documentos.

“No tengo documentos. Mi nombre es Alan, soy de Gaiaterra y mi transportador se averió en su atmósfera. No tengo cómo regresar.”

“Crallamaré cra crala cropolicía crinterestelar. Credeberán crellevarlo crede creregreso cry crolos crocostos creserán cra cracargo crede crusu crafamilia. Crono crupuede crepermanecer creen Cracrigos crisin cridentificación.”

Parado frente a ese mostrador reflexionó que tampoco tenía demasiadas opciones, los aeroasistenciales impedirían cualquier movimiento que hiciera y no tenía verdaderamente manera de salir de allí.

Alan también sabía que no habría familia en Gaiaterra que lo reconociera. El era de Fillis, la tercera colonia solar. La policía interestelar lo volvería a poner en manos militares de las cuales se había escapado y él no estaba dispuesto a unirse a ningún ejército, ni a la esclavitud. Esas eran sus opciones. Si pudiera llegar a Gaiaterra al menos podría buscar asilo de niños. Aunque ya no soy un niño, pensó para sí.

“Crimientras cratanto craguarde cren crala crasala”, dijo la recepcionista señalando una puerta.

Al girar en sus talones, un grupo de cracriguianos lo observaba con atención.

Se aventuró a la puerta señalada y supo que uno de los individuos lo seguía, mientras que los otros tres se dispersaban en el lugar. Algo está mal, lo presentía. Tan pronto como atravesó la puerta, se oyó un gran estruendo en la recepción.


continuará

lunes, 25 de febrero de 2013

Mirada de estrellas


Acomodo mi cama bajo las estrellas. Uno de los momentos más bellos del día ha llegado, paradójicamente, la noche.

Me acuesto en mi colchón y le doy forma a mi almohada de manera que mi cuello pueda relajarse y mi cabeza quede perfectamente alineada con el Este terrícola.

En un intento de conectarme con el medio que me rodea trato de sentir el movimiento. Me concentro en mi espalda en búsqueda de alguna sensación de desplazamiento, algún efecto de ese giro lento y continuo. Pero se me hace imposible. Por suerte la caída del sol y el avance de los astros en el cielo me indica que indefectiblemente mi cuerpo relajado acompaña el avance de esta nave Tierra que gira y gira alrededor de su eje, llevándonos a cuestas.

Arriba, una inmensidad de brillos de diferentes tamaños. Observo las estrellas con cuidado, comparándolas con las que recuerdo haber visto ayer a esa misma hora.

Y me detengo … ¿Las observo? ¿O ellas me observan a mí? No sé, soy tan minúscula en este entorno que dudo que estén viéndome, pero quién sabe?

Tamaños diferentes, incluso a simple vista detecto colores diferentes. Depende de la sensibilidad del observador, aunque pensándolo bien todo depende de la sensibilidad del observador.

Parecen desordenadas. ¿U ordenadas? No estoy segura de creer en tal cosa como el “orden natural”. Me gusta pensarlas “magistralmente desordenadas” en este caso. Me gusta el desorden, el desparejo, el sin reglas. El “orden natural” me da miedo, me suena a encierro consensuado.

Antiguas, si. Ay! Me detengo a pensar que nuestros antepasados vieron ESAS mismas estrellas. Imagino a Pitágoras 2500 años atrás escudriñando el cielo como yo. Otras fueron sus estrellas en el hemisferio Norte. Imagino nuestros aborígenes del Sur, mirando estas mismas estrellas en sus ratos libres. Y si ellas nos observan, son las mismas que han visto también a nuestros dinosaurios. Y antes, y antes del antes. Imponente.

A millones de años luz, quién sabe qué antigüedad tengan y cuántos milenios más van a durar. Más insignificante me siento con mi vida promedio de 100 años. Debe haber más que una vida, sino, ¿para qué y para quién duran las estrellas tanto tiempo?

Son hermosas. Su tenue luz permite ver las montañas, apenas un recorte negro en el fondo de la imagen bordeado por el oscuro azulado del cielo de medianoche. Combina perfecto con el arrullo de las pequeñas olas del lago sobre las piedras y los grillos incansables.

En la comodidad de mi cama, con sábanas limpias, abrigo y almohada, pero sin techo, encuentro la felicidad. La felicidad ESTÁ sin duda presente, en formas que todavía no nos es posible medir, pero si sentir.

Noche tras noche me sorprendo con sonidos del monte, me acurruco en la naturaleza y cuento estrellas durante largo rato. El sueño entra suave en mis sentidos y es el sol el que correteando el girar de la tierra, me despierta lentamente y sin preocupaciones.

Acostumbro a tratar de recordar mis sueños los primeros segundos de vigilia, el único momento en que me es posible hacerlo. Razono que, durante las vacaciones, el orden se altera: Lo que normalmente es "responsabilidad durante el día", y sueños liberados de noche, aquí se invierte: sueño con responsabilidades mientras que durante el día no tengo ninguna. Extraño. Como si las preocupaciones tuvieran que ocupar su lugar, algún lugar.

Me retuerzo un poquito más en mi cama y disfruto del paisaje. Con el sol unos metros sobre el horizonte en línea exacta del Este, el lago se hace verde esmeralda intenso, el cielo azul celeste y las montañas se separan a ambos lados con sus tonos rojizos y pálidos marrones. Y las olitas siguen saludando.

Más tarde preparo mi mate y bajo al muelle en soledad. Miro el horizonte, razono mil cosas más, observo los bichitos. Qué pequeños.