Siempre prefiero que se entienda. Por eso escribo. El blog guarda cosas que el tiempo logra resignificar, es mágico.
martes, 30 de octubre de 2012
Por momentos
Los verdes nunca son iguales,
ni parejos, ni perfectos, ni estancos,
son más bien mezclados.
El frío tibio o caliente,
las más de las veces, alternado.
El sabor agridulce, luego amargo
luego nuevo.
La paz de vez en cuando sabiduría,
por momentos abandono.
El amor a veces madre, a veces hija,
a veces solo.
El sentido
Compartir, ayudar, acompañar
y de nuevo compartir.
Un pulso de adentro hacia afuera,
dar, entregar, abarcar, sostener.
De lo pequeño a lo más grande,
de los detalles al universo
de lo efímero a lo eterno.
Pero sobre todo de adentro hacia afuera.
Agradeciendo.
Compartir. Enseñar. Colaborar.
Querer ser invisible y sentirse observada
y el temor de no ser vista, enredados.
Sin padres que observaran los logros,
y puestos a escoger, solo quedó hacerlo cada vez mejor,
crecer, subir, hacerse gigante. Pero invisible.
Acostumbrarse a construir en soledad.
Acumular, luego mostrar y claro, compartir.
Compartir, porque sobra. Compartir, para mostrar.
Mostrar para descubrir,
y ser descubierta.
Mirame.
Es que la raíz no se ve en la superficie,
pero calladamente determina el paisaje.
Dar, ceder, entregar. Crecer.
Gigante. Quizas inabarcable. Seguro inalcanzable.
Incomprendida. Perdida y asustada.
Compartir por el propósito. Compartir por ayudar.
Compartir para estar acompañada.
Acompañando.
Todo tiene sentido
y de nuevo compartir.
Un pulso de adentro hacia afuera,
dar, entregar, abarcar, sostener.
De lo pequeño a lo más grande,
de los detalles al universo
de lo efímero a lo eterno.
Pero sobre todo de adentro hacia afuera.
Agradeciendo.
Compartir. Enseñar. Colaborar.
Querer ser invisible y sentirse observada
y el temor de no ser vista, enredados.
Sin padres que observaran los logros,
y puestos a escoger, solo quedó hacerlo cada vez mejor,
crecer, subir, hacerse gigante. Pero invisible.
Acostumbrarse a construir en soledad.
Acumular, luego mostrar y claro, compartir.
Compartir, porque sobra. Compartir, para mostrar.
Mostrar para descubrir,
y ser descubierta.
Mirame.
Es que la raíz no se ve en la superficie,
pero calladamente determina el paisaje.
Dar, ceder, entregar. Crecer.
Gigante. Quizas inabarcable. Seguro inalcanzable.
Incomprendida. Perdida y asustada.
Compartir por el propósito. Compartir por ayudar.
Compartir para estar acompañada.
Acompañando.
Todo tiene sentido
jueves, 11 de octubre de 2012
Lo Indecible
De mi visita a las cataratas a la luz de la luna, -muy recomendable y muy inspirador- surgió este poema, un intento por explicar las emociones y lo pequeñísima que me sentí. Lo revisamos en el taller de escritura y espero que logre transmitir con palabras, las imágenes y las sensaciones.
Lo indecible
La luna achanchada sobre el horizonte
- que en esa latitud es un río o una selva, o "el más allá", quién sabe?-
observa nuestra pequeñez,
a pie en pasarelas encantadas.
En la noche, allí donde -aún acompañada- estás a solas,
mil ojos parecen observarnos, o ninguno.
La sensibilidad hasta lo indecible,
-ausente la luz- se despiertan los demás sentidos.
Los montes recortan la verde oscuridad,
y las aguas pacientemente nos ven pasar.
Las texturas de los pasamanos de madera, de alguna forma
nos aseguran que la evolución del hombre es a oscuras.
Ruidos de la selva y enigmáticos aromas
de un septiembre de orquídeas y magnolias,
resuenan el cantar del río,
con el sentir profundo de los lechos de arena.
Al llegar al final, la pasarela
de frente a la majestuosidad indescriptible:
una garganta tragando un trueno de agua y
un horizonte dibujado en árboles negros.
Como en un anfiteatro
grandes siluetas de vapor
suben de las profundidades del mundo
para decirnos algo.
Lo indecible
La luna achanchada sobre el horizonte
- que en esa latitud es un río o una selva, o "el más allá", quién sabe?-
observa nuestra pequeñez,
a pie en pasarelas encantadas.
En la noche, allí donde -aún acompañada- estás a solas,
mil ojos parecen observarnos, o ninguno.
La sensibilidad hasta lo indecible,
-ausente la luz- se despiertan los demás sentidos.
Los montes recortan la verde oscuridad,
y las aguas pacientemente nos ven pasar.
Las texturas de los pasamanos de madera, de alguna forma
nos aseguran que la evolución del hombre es a oscuras.
Ruidos de la selva y enigmáticos aromas
de un septiembre de orquídeas y magnolias,
resuenan el cantar del río,
con el sentir profundo de los lechos de arena.
Al llegar al final, la pasarela
de frente a la majestuosidad indescriptible:
una garganta tragando un trueno de agua y
un horizonte dibujado en árboles negros.
Como en un anfiteatro
grandes siluetas de vapor
suben de las profundidades del mundo
para decirnos algo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)