“Tres, dos,
uno. Estamos en vivo”, se escuchó por el altoparlante.
Rubén
Levenberg, un comediante literario.
Para
retratar a un personaje tan complejo como Rubén hace falta lucidez, una buena cantidad de adjetivos y antónimos y hacer
uso de una variedad de recursos intelectuales que estén al alcance. Se requiere
coraje para animarse al sarcasmo
jovial y distraído que caracteriza a sus
escritos, al menos si uno quiere con este retrato hacer honor a la calidad de
sus obras.
Hijo de un meteorólogo
taciturno, ya de pequeño gustaba de los libros y de las librerías. Con los años
se inclinó hacia las letras y como era de esperarse terminó sus estudios
universitarios como periodista y así comenzó su carrera laboral.
De
personalidad profunda y reservada, sus producciones demuestran que bajo esa
apariencia seria y contraída, se da lugar a un sinnúmero de facetas diferentes,
a veces encontradas o antagónicas. Gusta de su soledad, y se caracteriza por
ser metódico, exacto, medido pero también tornasoladamente sarcástico, llenando
sus obras de pequeñas ironías y aspectos graciosos, que le sacan al lector más
de una sonrisa.
De corte
amplio y andar seguro, cara intelectual
y tranquila. Quizás con el tiempo fue perdiendo su espalda excesivamente recta,
pero los años lo tratan con generosidad y sigue siendo una persona interesante.
La vida y sus pormenores fueron doblegando sus estructuras, pero permanecen en
él la fortaleza del cuerpo y del alma, y dejaron intacto su aspecto intelectual
y atractivo.
De todo, lo que más lo
destaca y representa, son su voz y su mirada. Ojos de altísima profundidad dan
nota de una mirada perspicaz y ácida de su entorno. Si se lo observa
detenidamente, se ve en sus ojos la existencia de palabras no dichas, impaciencia
dominada, de visual inteligente. Aparenta ser alguien muy serio, ceñudo sin
fruncir el ceño. Es solo la percepción o
la imagen que el gusta mostrar de sí mismo para lograr distancia y
profesionalidad.
Uno podría
decir que posee una risa fácil y contagiosa, pero en realidad no se ríe con
facilidad, es solo que es uno el que se ríe cuando habla con él. Su hablar
pausado, algún que otro segundo de espera en las respuestas que da lugar al
pensamiento y la sonrisa y una cara impasible que no adelanta lo que va a decir,
son sus armas más poderosas.
Es así que
con su gracia y estilo sus recientes presentaciones televisivas y su libro tienen
una gran aceptación en jóvenes y no tan jóvenes y su futuro es muy prometedor.