Siempre prefiero que se entienda. Por eso escribo. El blog guarda cosas que el tiempo logra resignificar, es mágico.
lunes, 25 de febrero de 2013
Mirada de estrellas
Acomodo mi cama bajo las estrellas. Uno de los momentos más bellos del día ha llegado, paradójicamente, la noche.
Me acuesto en mi colchón y le doy forma a mi almohada de manera que mi cuello pueda relajarse y mi cabeza quede perfectamente alineada con el Este terrícola.
En un intento de conectarme con el medio que me rodea trato de sentir el movimiento. Me concentro en mi espalda en búsqueda de alguna sensación de desplazamiento, algún efecto de ese giro lento y continuo. Pero se me hace imposible. Por suerte la caída del sol y el avance de los astros en el cielo me indica que indefectiblemente mi cuerpo relajado acompaña el avance de esta nave Tierra que gira y gira alrededor de su eje, llevándonos a cuestas.
Arriba, una inmensidad de brillos de diferentes tamaños. Observo las estrellas con cuidado, comparándolas con las que recuerdo haber visto ayer a esa misma hora.
Y me detengo … ¿Las observo? ¿O ellas me observan a mí? No sé, soy tan minúscula en este entorno que dudo que estén viéndome, pero quién sabe?
Tamaños diferentes, incluso a simple vista detecto colores diferentes. Depende de la sensibilidad del observador, aunque pensándolo bien todo depende de la sensibilidad del observador.
Parecen desordenadas. ¿U ordenadas? No estoy segura de creer en tal cosa como el “orden natural”. Me gusta pensarlas “magistralmente desordenadas” en este caso. Me gusta el desorden, el desparejo, el sin reglas. El “orden natural” me da miedo, me suena a encierro consensuado.
Antiguas, si. Ay! Me detengo a pensar que nuestros antepasados vieron ESAS mismas estrellas. Imagino a Pitágoras 2500 años atrás escudriñando el cielo como yo. Otras fueron sus estrellas en el hemisferio Norte. Imagino nuestros aborígenes del Sur, mirando estas mismas estrellas en sus ratos libres. Y si ellas nos observan, son las mismas que han visto también a nuestros dinosaurios. Y antes, y antes del antes. Imponente.
A millones de años luz, quién sabe qué antigüedad tengan y cuántos milenios más van a durar. Más insignificante me siento con mi vida promedio de 100 años. Debe haber más que una vida, sino, ¿para qué y para quién duran las estrellas tanto tiempo?
Son hermosas. Su tenue luz permite ver las montañas, apenas un recorte negro en el fondo de la imagen bordeado por el oscuro azulado del cielo de medianoche. Combina perfecto con el arrullo de las pequeñas olas del lago sobre las piedras y los grillos incansables.
En la comodidad de mi cama, con sábanas limpias, abrigo y almohada, pero sin techo, encuentro la felicidad. La felicidad ESTÁ sin duda presente, en formas que todavía no nos es posible medir, pero si sentir.
Noche tras noche me sorprendo con sonidos del monte, me acurruco en la naturaleza y cuento estrellas durante largo rato. El sueño entra suave en mis sentidos y es el sol el que correteando el girar de la tierra, me despierta lentamente y sin preocupaciones.
Acostumbro a tratar de recordar mis sueños los primeros segundos de vigilia, el único momento en que me es posible hacerlo. Razono que, durante las vacaciones, el orden se altera: Lo que normalmente es "responsabilidad durante el día", y sueños liberados de noche, aquí se invierte: sueño con responsabilidades mientras que durante el día no tengo ninguna. Extraño. Como si las preocupaciones tuvieran que ocupar su lugar, algún lugar.
Me retuerzo un poquito más en mi cama y disfruto del paisaje. Con el sol unos metros sobre el horizonte en línea exacta del Este, el lago se hace verde esmeralda intenso, el cielo azul celeste y las montañas se separan a ambos lados con sus tonos rojizos y pálidos marrones. Y las olitas siguen saludando.
Más tarde preparo mi mate y bajo al muelle en soledad. Miro el horizonte, razono mil cosas más, observo los bichitos. Qué pequeños.
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2 comentarios:
Maravilloso. Tiernísimo. Intimísimo.
Bienvenida (de nuevo?) al sinuoso camino de los Pensamientos Existenciales bebé...
Espléndido, humano, me transporto a ese hermoso lugar que ya siento que conozco...
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