No tengo ganas. Qué cosa curiosas
las “ganas”. Las ganas deberían tener un lugar en la ciencia como fenómeno
digno de estudio. Para mí son misteriosas, apenas comprensibles como el tiempo
y el espacio. Por supuesto que habrá alguna explicación, pero de todas maneras
me encantan las ganas. Porque es que a veces vienen, a veces desaparecen, y
muchas veces nos sorprenden. En medio de una situación completamente doméstica,
como estar planchando, nos dan ganas de nadar en el mar. Y de repente y sin
aviso, las ganas de hacer algo se van. Por ejemplo cortar el pasto, una semana
de lluvias esperando el sol para hacerlo, y ahí está el sol, pero las ganas se fueron….
Así nomás, sin explicación demasiado clara. De repente, un clarísimo “no tengo
ganas”. Me hace acordar de un escrito muy interesante que leí alguna vez que
imaginaba que si las cosas se perdían, era porque se iban por ahí a tener
historias de amor. Luego aparecían como si nada hubiera pasado. Y lo mismo me
pregunto yo, a dónde es que se van las ganas cuando no están? Vuelven renovadas
un tiempo después. Algunas no vuelven más… Y lo que no tiene es remedio… dice
la canción. Son un fenómeno porque entre otras cosas las ganas
se pueden multiplicar. Se puede dar ganas a alguien. El típico “me diste
ganas de”… Parecieran ser intangibles y etéreas pero a veces me parecen más
como una “cosa”. Algo que se puede pasar
o recibir de otra persona. Será que decimos “Tengo ganas” o no las “tengo”. Me “dan”
o no me “dan”… Se me fueron. Todo bien palpable, no? Bueno, toda esta
introducción para decir que tener ganas
es bárbaro. Es sinónimo de estar vivo y te acerca a la felicidad. Y ahora no tengo ganas de nada. Ya vendrán.
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