Recién vuelta de Europa.
Lo mejor... la apertura mental.
Lo peor... tener que volver.
Acá me recibieron mis hijos -los mejores seres del planeta- con los que quiero compartir cada segundo de mi vida.
De todas formas debo ser honesta... Volver no me entusiasmaba demasiado.
Mi casa allá estaba nueva, amplia y ordenada.
El día iniciaba con mis tiempos.
El trabajo era suficiente para no aburrirme y por eso... tranquilo.
El gimnasio fue una opción, que tomé todos los días.
Leer, pasear, tirarse a no hacer nada.
Ni un trámite pendiente... ni una lista.
Cero nervios.
Por momentos, la felicidad.
Volví a mi casa, a mi realidad, y a mi país...
Me estoy recuperando no del viaje... de tener que volver.