Me pasé la vida peleando con mi pelo. Consideraba que desenredarlo era significativamente más difícil que aprobar cualquier prueba de matemáticas. Me tomaba un rato juntar fuerzas para comenzar tan insoportable tarea. Sin hablar de las veces que no me desarmaba las trenzas para bañarme, con tal de no tener que volver a hacerlo nunca más. Eso desde el punto de vista práctico, que es el único que realmente importa, pero desde el punto de vista estético tampoco ayudaba. Los rulos, la “coronita” de pelo desubicado alrededor de la cara, las eternas trenzas, el rodete de danza que ninguna redecilla podía dominar… bajaban mi autoestima de manera determinante, porque los chicos de esa edad son realmente crueles…
Hoy estoy amigada con él, de vez en cuando lo peino ;)
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